CHULETA: UN CARABINERO HONORARIO DE COPIAPÓ

Chuleta en el lugar de la acción. Imagen de "El Diario de Atacama" publicada en "Soy Copiapó".

Copiapó es otra ciudad generosa en entregar historias de perros sorprendentes o populares. De hecho, debe tratarse de una de las comunidades con más canes callejeros en todo el país, casi todos individualizados con nombres, características y anécdotas propias que muchos vecinos conocen bastante bien... Y con los aspectos negativos intrínsecos a tal situación, por cierto.

Gozar de aquella fama tiene sus problemas, entonces: van desde las posibilidades de recibir las temidas mordidas hasta la gran presencia de fecas en las calles; y ni hablar de las lesiones a la estética que algunos observan, por ejemplo, en la presencia de canes en la Plaza Prat y la Alameda Manuel Antonio Matta. De hecho, ya en los tiempos del naturalista Darwin visitando el desierto de Atacama, se verificaban campañas de exterminio de la sobrepoblación perros de esta zona para el combate de la hidrofobia, como anota en su diario de viajes. Copiapó ha sido, en consecuencia, un perfecto ejemplo de la convivencia estrecha entre hombres y perros, tal vez por su cultura minera que fuera tan comprometida con este “pacto” de convivencia humano-canina, con lo dulce y lo agraz de semejante relación cultural.

Chuleta era uno de esos famosos canes atacameños: un perro amarillo y de tamaño medio, más bien flaco, simpático y aventurero, casi digno personaje de un cuento infantil. Llamado también Capa Chuleta, alcanzó la fama en su ciudad de nacimiento por acompañar siempre a funcionarios copiapinos de carabineros en sus procedimientos, sin pertenecer a la institución; solo por vocación y simpatía con las labores.

Era la norma ver al can en aquellas actividades, parado con seria gravedad y cuidadosa discreción junto a cada escenario policial, en especial cuando se trataba de operaciones de la segunda comisaría de la ciudad. De alguna manera, Chuleta se las arreglaba para llegar con velocidad a cada lugar alertado por claves misteriosas o distantes brillos de balizas. Esto lo hizo popular tanto entre los vecinos como entre los uniformados, que comenzaron a acostumbrarse a la presencia del agradable cucalón. Y fue tanto el afecto que sentían por él que le asignaron una relación honoraria con la institución, considerándolo casi un camarada de armas, al punto de que esperaban encontrarlo siempre en las actividades desplegadas en terreno y se preguntaban por las razones de su ausencia cuando, en ocasiones, no aparecía, lo que dejaba cierto grado de frustración.

Ya más vivaracho y anticipativo, el divertido Chuleta solía rondar de forma relativamente estable en el sector de la segunda comisaría y algunos sectores de la calle Bernardo O’Higgins, cerca de la Plaza Prat, como si esperase que se iniciara algún operativo o procedimiento para salir raudo a incorporarse al equipo de uniformados encargados. Hubo un momento en que se volvió un hábito encontrarlo de camino al mismo destino del vehículo policial, por lo mismo. Y al tomar más confianza, Chuleta aparecía echado también a la sombra de las palmeras y matorrales en los jardines de la comisaría, sintiéndose ya un integrante de la casa. Llegó a ser tanta su insistencia por estar en el recinto de la comisaría que también empezó a quedarse a dormir en ella, invitado por sus camaradas humanos. Por obstinación y porfía, pasó a convertirla en su nuevo hogar, en donde recibía los cuidados necesarios y partía a terreno con sus amigos bípedos.

Chuleta con sus amigos uniformados. Imagen publicada en portal "Soy Copiapó", en 2012.

Mascota con sus compañeros de cuartel, hacia sus últimos años de vida. Fuente imagen: Facebook de Capa Chuleta, dedicado al mismo can.

Desde aquel momento, la presencia del perro junto a funcionarios de Carabineros de Chile se hizo una sola para los copiapinos. Las fotografías de reporteros de noticias policiales confirman esta estrecha relación, además de lo fotogénico que era el donairoso cánido.

Sin embargo, el 6 de febrero de 2012, Chuleta despareció sin dejar indicios ni pistas de qué pudo haber sucedido con él, lo que desató temor en la ciudadanía, en los propios carabineros y hasta en la prensa regional, que sospechaba alguna desgracia. Bastó un par de días para que cundiera el pánico: como es un período en que llegan muchos extraños a la ciudad, por tratarse de los meses de vacaciones, algunos presumieron que pudo haber sido atacado por sujetos de mal vivir o atropellado por algún vehículo. Se creyó, además, que el querido animal habría sido arrollado y arrojado en algún sitio, o bien convertido en víctima de alguna venganza de delincuentes… Hasta que, el 8 de febrero, reapareció sano, salvo y campante hacia las seis de la mañana, tras regresar de su misterioso trámite.

La reaparición de Chuleta y su vuelta a la comisaría en pleno centro de Copiapó alegró de nuevo a la ciudad entera. La prensa volvió a hablar de él, ahora para celebrar la situación. La tranquilidad y serenidad retornaron al alma de muchos residentes cuando se supo la buena noticia. No obstante, con el respiro vino también la incertidumbre sobre lo que había sucedido con el perro en su ausencia...

En un intento por explicarse la extraña desaparición temporal del siempre tan presente y visible Chuleta, la creencia popular en Copiapó fue que, seducido por las bondades de la temporada estival y por los impulsos del corazón, salió enamorado detrás de alguna perra que quizá no correspondió del todo a sus cortejos. Se supuso que se habría quedado un tiempo cerca de ella a la espera de alguna muestra de afecto que ningún celo reproductivo fue capaz de concederle. El rechazado prolongó su perseverancia hasta que el hambre y la necesidad de una cama cómoda lo convencieron de que se estaba embarcado en un sacrificio inútil, donde quiera que aquello hubiese sucedido.

Chuleta, esperando en el carro policial mientras sus amigos estaban en un procedimiento. Fuente imagen: Facebook de Capa Chuleta.

Imágenes de Chuleta en nota de "El Diario de Atacama", de febrero de 2015.

Su regreso también desató gran alegría entre los carabineros, por supuesto, quienes además de garantizar agua y comida todos los días a su amigo y compañero peludo, le regalaron una capa verde y un plato como emblemas de pertenencia a la institución. Decían ellos mismos que el perro adoraba el jamón, su alimento favorito. También le colocaban un par de calcetas en las manos durante los días fríos, para abrigarlo, y varias veces estuvo en reuniones y salidas recreativas de los propios uniformados.

Lamentablemente, tras esta posible experiencia de corazones rotos y a pesar de haber regresado a la comisaría, Chuleta comenzó a ausentarse durante las horas del día en los tiempos que siguieron. A partir del año 2016, sus nuevas incursiones diurnas eran ahora en el sector El Palomar, hasta donde lo trasladó un funcionario de carabineros para darle mejores atenciones y comodidades. Pero no hubo forma de hacerlo quedarse en donde se le prometía seguridad y cariño sin condiciones: su alma andariega era demasiado fuerte. Y fue allí, tras un año como residente en estos barrios, en donde le esperaba la desgracia a su libre espíritu.

Uno de esos días, la demostrada astucia de Chuleta no alcanzó para poder reconocer el peligro de una malévola carnada de comida con vidrio molido, dejada como trampa o dada directamente al animal por malsanas manos anónimas, engaño que le provocó una horrible agonía. Una muerte cruel, inexplicable y de absurda barbarie, para el que fuera uno de los perros más populares e inofensivos del Norte Chico de Chile. La creencia general, es que se trató de una venganza de maleantes, como ha sucedido ya en otras ocasiones y localidades, por la relación que siempre tuvo el can con Carabineros de Chile.

El queridísimo Chuleta, quizá el perro más famoso de Copiapó en los últimos años y de entre todos los que habitan la ciudad minera, falleció de aquella terrible manera el 29 de diciembre de 2017, tras un penoso sufrimiento. Su muerte provocó la pesadumbre de todos los vecinos y las generaciones de carabineros que lo conocieron, tras ocho años de acompañar con tanta lealtad y entusiasmo a la institución en la ciudad minera.

Desde entonces, el recuerdo del personaje se ha mantenido con manifestaciones populares de la comunidad copiapina y también por un personaje infantil de botargas con el mismo nombro, apareciendo invocado en una obra de teatro titulada "Perro Chuleta y sus Amigos" y en la denominación dada a campañas para la tenencia responsable o la búsqueda de mascotas perdidas en la ciudad.

Comentarios