EL GUARDIÁN DE LOS BOMBEROS DE QUILLOTA

Comisario en fotografía publicada por "El Observador" de Quillota, en 2020, con el cuartelero Alejandro Fernández Espinosa.

La misteriosa camaradería espiritual entre bomberos y perros está confirmada en Chile desde los orígenes de la institución de hachas y mangueras, llegando a su más histórico ejemplo con el caso de Cuatro Remos, el famosísimo perro del siglo XIX que saltó desde sus aventuras en Valparaíso hasta la inmortalidad en la literatura, gracias a Daniel Barros Grez.

Esta alianza inexplicable entre los voluntarios y los canes sigue siendo razón de situaciones curiosas en la vida de los cuarteles de bomberos: además de los muchos perritos adoptados en los mismos, existen casos de animales que han llegado a refugiarse en los mismos recintos, escapando de olas de calor en la temporada de verano o bien de las explosiones pirotécnicas en las fiestas de Año Nuevo. Hay algo profundo que lleva a los perros en situación vulnerable o abandono, de alguna manera, a saber que están habitados por almas nobles que no dudarán en tenderles la mano, como son los bomberos.

El lunes 13 de enero de 2020, el diario “El Observador” de Quillota ha traído a la luz el caso de otra de estas mascotas simbolizando las virtudes del Cuerpo de Bomberos de Chile y dejando de manifiesto también su generosidad y compasión con los canes. El artículo sintetiza esta historia en su título: “'Comisario': el perro callejero que llegó a cuartel de Bomberos y ahora es uno más en la estación”.

Comisario es un perro de buen porte y colores cenizos amarillentos, con todo el pelaje superior del lomo y la cola levemente más oscurecidos. Habita en la histórica Tercera Compañía Bomberos de Quillota, conocida como la Bomba “José María Landeta”, nombre de su fundador. El cómo llegó allí y se ganó un merecido espacio en el cuartel, es algo que pertenece a su curiosa semblanza pero que se repite en todas las de estos fieles perros bomberos.

La compañía fue fundada en 1902 y que ostenta el lema “Voluntad y Sacrificio”. Tras haber pasado por cuarteles en calles Prat y luego O’Higgins, a partir de 1938 y por más 70 años ininterrumpidos permaneció en calle Blanco Encalada 47 llegando a Prat, pleno barrio comercial. Este edificio destacaba en la cuadra por la imagen de un bombero rescatando una niña pequeña en la fachada de baldosas. Sin embargo, el terremoto del 27 de febrero de 2010 dejó en tan mal estado el edificio, que la compañía completa debió emigrar provisoriamente a hasta el Cuartel General de Bomberos de calle Yungay con O’Higgins, más espacioso y con su gran galpón disponible para los camiones. La compañía siguió prestando servicios durante este trágico y difícil período, además.

Mientras el cuartel de Blanco Encalada comenzaba a ser reparado, los tercerinos emigraron también, hacia 2012, a una residencia en calle Manuel Bulnes 1088. El inmueble era pequeño, pero el patio era amplio, con un cobertizo bajo el cual permanecieron los carros por cerca de un año en que ocuparon este espacio.

Fue en aquellos barrios de calle Bulnes, alrededor del Estadio Lucio Fariña Fernández, que los voluntarios conocieron a un cordial y cariñoso perro que comenzó a llegar hasta las puertas del cuartel, para echarse a dormir casi a diario, recostándose enfrente de la salida. Y cuando sonaba la sirena de alguna emergencia, el mismo can salía corriendo detrás de los carros de bomberos hasta el lugar del incendio o accidente donde se dirigieran, quedándose vigilando la escena desde un lado del mismo vehículo mientras los voluntarios atendían las demandas del lugar, ya sea apagando llamas o rescatando heridos.

El cuartel provisorio de Manuel Bulnes, en Google Street View, época en que los voluntarios hicieron amistad con el querido perro.

El perro de la compañía junto a una voluntaria, en fotografía de junio de 2017, publicada en el grupo Facebook de los tercerinos de Quillota.

La vida libre del perro era conocida por algunos vecinos de Quillota, pues solía rondar barrios cercanos al estadio y el hospital. Era bravo con otros canes y varias veces corrió peligro de muerte por atropello. Por la misma razón, tenía varios nombres entre quienes sabían de su fama y entre las personas que lo ayudaban solidariamente, pero nunca pudieron apartarlo de su vida callejera, pues el perro no aceptaba el encierro. Al parecer, mantuvo siempre cierto apego con los uniformes, pues antes de acercarse a los bomberos, habría hecho amistad con funcionarios de carabineros de la ciudad, cuando recién comenzaba a convertirse en un personaje.

Ya en una nueva etapa de vida acompañando a los voluntarios, el perro parecía un guardián al lado del carro bomberil sintiéndose realmente parte del equipo, o más bien su protector. En una ocasión, de hecho, defendió a los voluntarios del intento de ataque que protagonizaron contra ellos tres canes callejeros, durante el rescate de heridos de un accidente ocurrido enfrente de un conocido supermercado de la ciudad, en avenida 21 de Mayo. El perro amigo de los bomberos resultó con heridas en su defensa de los voluntarios, y hasta desapareció por algunos días al terminar la escena, escondiéndose en algún desconocido sitio a pasar sus dolencias. Sin embargo, retornó después al cuartel, en donde fue recibido con las debidas muestras de gratitud.

Con aquellas actitudes y varias otras que ofreció a sus amigos humanos, el can había conquistado la simpatía de los tercerinos quillotanos quienes decidieron quedárselo y bautizarlo Comisario por su forma de participar de las operaciones en terreno, como si supervisara o dirigiera todo. También los conmovió el esfuerzo que hacía el perrito por ir detrás de los bomberos a pesar de no corresponder a un ejemplar joven, en ocasiones sin poder perseguirlos más que por un par de cuadras, antes de abandonar la carrera y retornar al cuartel, en donde se quedaba cuidándolo.

En 2013, después de unos ocho meses de trabajo reparando el muy castigado edificio de calle Blanco Encalada, los voluntarios de la bomba pudieron retornar a este querido cuartel histórico, pero esta vez acompañados por su nueva mascota, el viejo y noble Comisario. Poco tiempo más tarde, en abril de 2014, varios de ellos estarían apoyando los trabajos de combate de las llamas en el fatídico Gran Incendio de Valparaíso, con participación destacada de la unidad en la tremenda cruzada.

Entrevistado por “El Observador”, el cuartelero con 15 años en la bomba, don Alejandro Fernández Espinosa, recordaba cuando Comisario partió tras los bomberos que iban a una emergencia forestal al sector de Rautén. Tras perseguirlos por varios kilómetros, llegó agotado y deshidratado, pero casi satisfecho de haber cumplido con el llamado. “Después de concluido nuestro trabajo, para que no quedara tirado en ese apartado lugar, lo tomamos y lo subimos a nuestro carro. Él se veía contento de viajar con nosotros y su cara era de felicidad”, agregaba el voluntario.

La mascota, o –mejor dicho- el camarada cuadrúpedo, continuó presente en el cuartel, ya sea echado cerca de su entrada y, ocasionalmente, detrás de las mamparas. A pesar de las varias cicatrices que luce su cuerpo y de no ser un perro precisamente débil de carácter frente a amenazas o agresiones, especialmente las de otros de su especie, el can de la Tercera Compañía ostenta un reconocido encanto y docilidad con quienes se le acercan, disfrutando de las caricias de la gente. No han faltado quienes le llevan pequeño obsequios o comida, además.

Si Comisario no está descansando, permanece haciendo su vigilancia diaria y atento a cualquier llamado de emergencia. Indiscutiblemente, es el perro de la bomba. Se ha hecho vistoso allí desde el regreso de los bomberos al cuartel, además, convirtiéndose en uno de los perros más queridos y populares entre toda la ciudadanía quillotana, que mantiene también un gran aprecio por el cuerpo de bomberos de la ciudad y esta misma compañía. En sus incursiones caminando por el centro de la ciudad, le es imposible no ser reconocido por muchos vecinos.

Existe un proyecto para habilitar a los tercerinos un nuevo y amplio cuartel en el sector de El Sendero, hacia el sur del área urbana. De lograrse este propósito, está considerado en el anhelado traslado el otorgarle un lugar especial a la comodidad de Comisario, del que, definitivamente, sus compañeros no pretenden desprenderse, esperanzados en poder facilitarle allí un lugar más seguro y placentero para él.

Comentarios