EL LEGENDARIO CHOCOLATE DE MAGALLANES

 

Chocolate, el perro más popular de Punta Arenas. Fuente imagen: Tiwy.com.

Se puede creer que en una región de climas extremos como Magallanes los perros, con menos posibilidades de sobrevivir a las temporadas más frías, podrían ser considerablemente menos que en otras partes del país. Hay algo de cierto en esto, pero también es un hecho que la selectividad del agresividad austral ha ido forjando generaciones de perros resistentes y hasta razas nuevas, como es el caso del pastor patagónico propio de la crianza ovina.

El hecho es que la ciudad de Punta Arenas tiene una gran cantidad de perros populares y con nombre propio, algunos de ellos extraordinariamente divertidos y, en consecuencia, queridos por la ciudadanía. Una de ellas llamada Ada, hizo noticia en 2018 cuando fue adoptada por la ciudadana estadounidense Katie Evans y su familia. La perrita había sido conocida por su amiga Caroline en una visita a la ciudad dos años antes, quien comentó de esto a Katie, creándole los deseos de recoger al animalito de las calles, para lo que se puso en contacto con la Corporación de Defensa de los Derechos de los Animales (CODDA). Esta agrupación logró encontrarla pero en mal estado, afectada por una grave sarna, de modo que debieron realizar un tratamiento veterinario antes de iniciar los engorrosos trámites para enviar a Ada hasta la vida feliz que ahora lleva en los Estados Unidos, rebautizada como Maya.

Sin embargo, el caso más importante de las últimas décadas fue el de Chocolate, un perro de abundante pelaje y buen tamaño, con pelos del color café que le valió aquel popular nombre en las calles de Punta Arenas a principios del actual siglo, por donde solía vagar todo el año. Su caso, a pesar de lo conocido que fue en la ciudad, resultó escasamente cubierto en la crónica. Una de las pocas excepciones la hizo Mauricio Vidal con el artículo “La historia del perro más querido de Punta Arenas de Chile”, publicado en el portal noticioso Tiwy, el día 19 de mayo de 2001.

Nadie sabía de dónde apareció ni cuál era el origen de Chocolate. Simplemente, comenzó a frecuentar las calles y plazas de la ciudad austral y también se haría visible en toda clase de encuentros públicos: reuniones, eventos, conciertos, protestas, ferias, desfiles, inauguraciones, competencias deportivas, etc. En más de alguna oportunidad sacó risas del público, apareciéndose en la recepción de alguna visita ilustre o en medio de un discurso, con su característica calma y actitud meditabunda, echándose a un lado del podio o de la alfombra roja.

Chocolate se hizo conocido y reconocible también en los turistas que llegaban a Punta Arenas. Cuenta Vidal, por ejemplo, que en marzo de 2001 llegaron dos viajeros españoles desde Alicante y cargando una fotografía del mismo perro para poder ubicarlo, por encargo de otro amigo que ya había estado en el territorio patagónico. De algún modo, entonces, el can se convirtió a la vez que en celebridad, en otra de las varias atracciones de la zona.

 

Chocolate en las calles de la austral ciudad. Fuente imagen: Tiwy.com.

Vidal entrevistó también algunas vecinas que le daban comida y otras atenciones al querido perro. Una de ellas, llamada Ana María Santana, declaraba para su artículo sobre lo especial que encontraba al mismo: “siempre pasaba por fuera de mi casa y ahí lo alimentábamos, y varias veces lo bañamos porque andaba por todas partes". Otra residente de la ciudad, Marcela Altamirano, agregaba que, en una oportunidad  le dejó un plato con comida a Chocolate en la entrada de mi casa, permitiéndole quedarse a dormir cuando llegó por su merienda. Sin embargo, “muy temprano ya estaba rasguñando la puerta para irse”, pues parece que su alma ya estaba volcada a la vida callejera, esa a la que se había acostumbrado y sobrevivido.

Las constantes irrupciones de Chocolate en la vida pública puntarenense fueron registradas en varios noticiarios o medios de comunicación de esos años, acrecentando más su leyenda y su calidad de mascota de la ciudad.

Lamentablemente, a pesar del cariño manifiesto y casi generalizado de los magallánicos que conocían al perro, fueron esos sucios y oscuros saltos a la regla los que condenaron al simpático animal a terminar liquidado por las posibilidades más siniestras de la vida callejera, expuesto a los peligros y las brutalidades humanas.

La noche del jueves 17 de mayo de 2001, en la salida de una conocida discoteca del sector céntrico de Punta Arenas, dos tipos dejaban el local con ganas de pendencia, probablemente borrachos o bajo efectos de alguna sustancia. Para desgracia de Chocolate, según los testigos, el perrito se encontraba durmiendo tranquilamente en la esquina cuando ambos sujetos comenzaron a patearlo en el suelo, como queriendo despertarlo o provocarlo. No se sabe bien qué sucedió a continuación, pero el cuerpo inerte del can apareció después en un basurero municipal, con dos salvajes puñaladas que le arrebataron la vida.

El cadáver fue recuperado del vertedero por la agrupación animalista conocida como la Unión de Defensa de los Derechos de los Animales (UDDA), hacia las 1:00 AM del día 18, luego de que sus miembros se enteraran a través de un noticiero local del ataque que había recibido el perro poco antes. Además, UDDA inició acciones legales contra quienes resultaran responsables de aquella tropelía.

La noticia de la muerte de Chocolate causó gran consternación entre los vecinos de los sectores donde solía rondar, y a pesar de la indignación que cundió entre ellos, no se pudo individualizar a los criminales. Nadie supo explicarse semejante agresión a un animal inofensivo y tan altamente estimado. Los rumores responsabilizaron por la muerte a un uniformado, a un sujeto con cierto poder local o a un funcionario de importancia, pero nada concreto para poner un nombre ante un estrado.

Según lo que pudo reconstruirse de la situación por las evidencias y testimonios, el perro fue agredido por los dos sujetos y, quizá tras responder al ataque del que era objeto, fue apuñalado en el mismo lugar. Y, haciendo aún más infame el asunto, nadie en el mismo pub enfrente del que sucedía todo, ubicado en el segundo piso de la discoteca de donde habían salido los delincuentes, hizo algo para defender al perro, calmar a los bárbaros que le daban muerte o denunciar los hechos siquiera. Su cuerpo quedó tendido allí tras morir desangrado, y poco después los empleados de una empresa de limpieza lo recogieron para arrojarlo como desperdicio dentro de un tarro. Terminando así en el basurero, esa misma noche, fue encontrado por los acongojados voluntarios animalistas.

La UDDA organizó un funeral especial para el can el día sábado 19 de mayo, que incluyó cantos, flores y discursos. Fue velado dentro de un modesto ataúd blanco en la Plaza de Armas Muñoz Gamero de la ciudad, con presencia de guardia policial y numeroso público, muchos de ellos presentes con sus perros en el lugar. Asistieron importantes personajes de la vida pública, intelectual y artística de la ciudad, prefiriendo mantenerse en el anonimato para no verse expuestos a la policía mental de nuestra época de correcciones políticas. La ceremonia tuvo tanta suntuosidad que un turista santiaguino, ignorante de los sentimientos que discurrían en el alma de los magallánicos en aquel instante, cometió la imprudencia de burlarse de la escena y, en respuesta, terminó siendo agredido por algunos de los cerca de 500 concurrentes.

Chocolate fue sepultado allí con la misma solemnidad que tuvo todo el resto de su despedida. Empero, a las pocas horas se hizo pública la molestia del alcalde Juan Morano Cornejo que, en esos momentos, se encontraba de viaje en Francia. La autoridad exigió que se trasladara la sepultura desde este lugar público, por comprensibles razones sanitarias. Por esta razón, los restos del can fueron llevados ahora hasta el Parque María Betehy, en 21 de Mayo con Pedro Aguirre Cerda, cerca del borde costero y ya en las márgenes de la ciudad, por el sur.

Con el tiempo, quisieron levantarle también al can un monumento memorial, con una campaña de erogación popular. Sin embargo, esto causó alarma puritana en algunas autoridades. Hubo hasta críticas desde y hacia el obispo de Punta Arenas, monseñor Bernardo Bastres Florence, manifiesto defensor de las políticas de eliminación de perros callejeros.

Allí quedaron, entonces, los huesos del querido Chocolate, guardando en su silencio y olvido el misterio del origen de esta noble criatura y el infame secreto sobre las razones y responsabilidades de su trágica muerte. Se le colocó una placa de bronce como recuerdo y, además de flores, a veces aparecían notas de favores concedidos, aunque no llegó a ser del todo una animita perruna, propiamente tal. El tiempo se encargó de ir olvidando su vetusta cripta, hasta quedar perdida entre los senderos del parque.

La tragedia de Chocolate fue un anticipo de algo peor que iba a suceder en Punta Arenas y que ahogó por largo tiempo las gargantas de sus habitantes, sin embargo: poco tiempo después, en el verano de 2002, se anunció que el mismo alcalde y posterior diputado Morano Cornejo, que siempre pareció tener un encono incorregible contra los perros callejeros, contrataría a unos sicarios para exterminar a los canes de la ciudad levantando una gran polémica y declaraciones cruzadas entre las autoridades, muchas de ellas contradictorias. Según denunció la UDDA por entonces, los encargados de la indecorosa tarea eran unos tales hermanos Sepúlveda, y los canes capturados serían entregados a personal veterinario del Servicio de Salud para su eliminación. En la cruel barrida cumpliendo la llamada Ordenanza Canina, murieron varios perros que habían sido compañeros de juego y de correrías de Chocolate, incluso habiendo estado presentes en su funeral, como Vaco, Pelusón, Cola de Plumero y otros más.

Otras matanzas de Punta Arenas, ciudad muy afectada por el problema de los perros abandonados, han tenido lugar en tiempos posteriores. En una de ellas, revelada a inicios de 2013, cuando aparecieron 15 perros muertos en el sector de San Miguel recogidos por un camión de Áreas Verdes. Esto sucedía poco después de la polémica con las declaraciones del obispo Bastres defendiendo estas medidas, cerca de la Navidad del año anterior.

A pesar de la mala convivencia de las autoridades con el mundo canino en la ciudad austral, la animalista Elizabeth Tihuel Vargas, junto a miembros de UDDA, fundaron hacia 2011 un centro de rescate especial para los perros de la ciudad que lleva el nombre de Refugio Chocolate, en homenaje al mítico perro que tuvieron y perdieron los magallánicos a inicios de este siglo.

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