CANES EN EL METRO DE SANTIAGO: PINTORESCO Y PROBLEMÁTICO

Super Lunes, el perrito que, por caer a las vías del Metro, paralizó por un rato a toda la ciudad, en el complicado lunes 5 de marzo de 2018, al regreso de las vacaciones. Fuente imagen: Twitter de Metro de Santiago.

La extensión de las líneas del Ferrocarril Metro de Santiago, en los últimos 30 años, ha traído un fenómeno nuevo aparejado a los cambios y modernizaciones del transporte colectivo: el surgimiento de perros habitantes o advenedizos en las estaciones del servicio, acabando varios de ellos convertidos en mascotas colectivas o regalones de los usuarios.

Algo parecido ha sucedido con el Metro de Valparaíso, cabe señalar, con casos muy conocidos en su momento como el del perro Pedro, que había aprendido a movilizarse en los carros. Sin embargo, la situación en la capital chilena se hace un poco diferente: los perros no tienden tanto a viajar en los vagones, como sucede con los porteños, sino que gustan de vivir en las instalaciones o alrededor de ellas, convertidos casi en símbolos inconfundibles de aquellas en donde decidieron quedarse un día para gusto de muchos y malestar de los menos. Ello no quita que sí existan casos de perros suficientemente astutos como para saber movilizarse en la Línea 1, como sucedía hacia 2014 con un misterioso can de color amarillento que era conocido por los usuarios y que solía viajar hasta la Estación Metro Unión Latino Americana, en donde descendía tras sus siestas.

Las comodidades que estos canes sin casa encuentran en las estaciones del Metro son varias: el aire caliente que fluye desde abajo en las épocas frías, la comida que comparten con ellos los usuarios del sistema, los infaltables regaloneos del público y -aunque no sea correcto admitirlo- la complacencia de muchos funcionarios del servicio, que prefieren ceder a su impulso cultural chileno de tolerancia a los mejores amigos del hombre, antes que a los deberes de su insignia. Y, como ha sucedido también en la red de trenes subterráneos de Moscú, la astucia y capacidad de aprendizaje permitió a varios perros volverse verdaderos usuarios del servicio, entendiendo en dónde subir y bajar para cada jornada de sus días de haraganería y vagancia.

Más allá de los aspectos románticos que algunos quieran ver a esta situación, sin embargo, hay aspectos que la revelan como parte del flagelo social que subyace en la proliferación de los perros sin dueño en Chile, principalmente en lo relacionado a la tenencia irresponsable. En efecto, muchos de estos canes parecen llegar a las estaciones perdidos o abandonados, pues se notan en varios casos que se trataba de perros de casa, portando collares o evidenciando señales de mantención previa por parte de algún dueño o una comunidad. Su solo andar por los andenes puede ser una situación de riesgo, además.

Es probable que los animales lleguen a las estaciones atraídos también por el gentío y la búsqueda de sus antiguos amos (tal vez pasajeros en la misma estación) o de un nuevo lugar de acogida, aunque han existido denuncias sobre perros que fueron botados por sus propios dueños en algunas estaciones, todavía después de conocidas los castigos que contempla la Ley Cholito para este tipo de conductas.

Perro caído en las vías el viernes 9 de agosto de 2013, debiendo ser rescatado. Fuente imagen: Sitio 24 Horas de TVN.

Otro caso similar, esta vez del viernes 29 de septiembre de 2016. Fuente imagen: Sitio 24 Horas de TVN.

Perro en las vías, esta vez en el "Super Lunes" del 5 de marzo de 2018. Fuente imagen: "La Tercera", originalmente de @maceve2.

Pequeño peludo rescatado a fines de abril de 2018 desde la Línea 4, tras tres días en las vías. Sucedió muy poco después del caso "Súper Lunes".

Las terminales que prefieren tales perritos, entonces, asombrando a muchos extranjeros que los ven allí, suelen ser las de mayor circulación de personas o las de los intermodales para el intercambio de líneas o vehículos colectivos. Es lo mismo que sucede con el caso de los que llegan a los centros comerciales, y los residentes de cuatro patas resultan bastante democráticos, pues no responden a las segmentaciones sociales y geográficas de la ciudad a la hora de ir a instalarse en alguna terminal.

Con el simplismo de quien se acostumbra a verlos a diario, la gente suele colocarle nombres alusivos a sus características físicas, sin mucho esfuerzo, y así quedan en el registro de todos durante cada jornada. Si no están durmiendo entre los niveles de las escaleras en las entradas o en los paraderos de buses afuera de cada uno, los más audaces se internan por la misma estación y reposan en sueños profundos por los pasillos o cerca de las boleterías, al menos por el rato en que permanezca abierta cada estación.

Más o menos desde 2015, por ejemplo, vivió en la salida poniente de la Estación Vicente Valdés de La Florida, en la Línea 5 que va por la avenida Vicuña Mackenna, un obeso perro de color ocre que ha sido bautizado Guatón por los usuarios. Grueso, cabezón pero completamente inofensivo, el gordo perro sobrevivía de la caridad de los usuarios y de los residentes de un edificio ubicado justo enfrente, en cuyas rejas tenía antes una precaria instalación de cartón a modo de casucha para capear el invierno, que un joven del sector le levantó generosamente. Después, ya en el sector del paradero techado para los buses junto a la misma salida de la estación, se le colocó una casucha más sólida y algunos trastos con agua y comida, dignos del cariño popular que el público le tiene a este simpático perro en tan activo punto de la ciudad. Hoy habita allí otro can, de colores más oscuros y largo pelaje.

Caso especial es el de Negro o Negrito, un perro de tamaño medio y con el color de pelaje oscuro, con el pecho manchado de blanco, que pasados los días del Bicentenario Nacional había llegado a vivir a las inmediaciones e interiores de la Estación Metro Irarrázaval, también en la Línea 5. Conocido por comerciantes y kiosqueros del sector, la gran particularidad del perrito era que sabía tomar el bus en el paradero adyacente, asombrando a los usuarios por su inteligencia: en varias oportunidades, hacía fila como todos ellos, subía a los servicios que se movían por la avenida Irarrázaval. Negrito bajaba en la Plaza República de Armenia, la Plaza Ñuñoa o la proximidad de la Plaza Sucre, donde permanecía recreándose un rato con otros amigos de su especie -unos callejeros y otros de casa- antes de decidir que debía volver.

La Estación Irarrázaval guarda más historias interesantes para los residentes de Ñuñoa y los usuarios de la misma: ya estando más viejo y menos enérgico, otro can corpulento y de color café que residía en el lugar, tenía la costumbre de irse a dormir plácidamente al interior de la terminal, específicamente cerca de los torniquetes o bien entre dos de los cajeros automáticos bancarios, justo afuera de la oficina de atenciones. Fue a él que una usuaria vio varias veces tendido en la misma posición, reclamando una vez por redes sociales y emplazando a la administración del Metro de Santiago a retirar el cuerpo “que está muerto y lleva al menos cuatro días allí”, pues no notó que aún respiraba. Cuando los demás usuarios advirtieron que se refería a otra mascota informal de la estación y la propia cuenta del servicio Metro le explicó que se trataba de un perro vivo, la cándida denunciante se ganó un “troleo” de aquellos en las mismas redes sociales, aquel mes de marzo de 2018, llegando la anécdota a algunos medios de comunicación, de hecho.

Cerca de esos mismos días, en el llamado “Súper Lunes” de final de vacaciones, el 5 de marzo de 2018, tuvo lugar otra curiosa situación relacionada con la presencia de perros en el sistema del Metro, esta vez con los que llegan perdidos o desorientados al mismo. Sucedía que había llegado hasta la Estación República, en el Barrio Universitario de la Alameda Bernardo O’Higgins, un pequeño perro color café claro y de abundante melena, quiltro tal vez con algo de cocker spaniel en sus antecedentes que, de un momento a otro, se metió en las vías y comenzó a juguetear sin medio entre el paso electrificado de los trenes subterráneos en ambos sentidos, aterrando a los testigos.

El perro supuestamente "muerto" habitante de Estación Irarrázaval, en marzo de 2018. Después del incidente de redes sociales, fue apodado Perro Zombie y Perro Muerto.

Perrita de pelo abundante y rizado, escondiéndose bajo un asiento de quienes querían sacarlo del carro. Fuente imagen: canal Youtube de Rodrigo Parra.

Se alcanza a distinguir al lomo de Gordo o Gordito, habitante de la entrada a la Estación Vicente Valdes en La Florida, durmiendo en septiembre 2015 tras los asientos del paradero, en donde están sentadas las mujeres. Fuente imagen: Google Street View.

La emergencia del "Súper Lunes" obligó a parar el sistema de la Línea 1 y cortar la energía en aquel difícil día. La circulación de carros fue detenida para rescatar al perro, entonces, en una de las situaciones más insólitas que se hayan conocido en la historia del servicio: un perro paralizaba por unas horas a Santiago, en palabras simples. Como se trataba de un perro juguetón y porfiado, no se dejó rescatar fácilmente y mantuvo en vilo por largo rato al molesto personal del Metro que lo perseguía entre los rieles, debajo de los andenes. Con grandes esfuerzos, pudieron atraparlo, sacarlo de las vías y reponer así el tráfico. El can fue bautizado por los empleados como Súper Lunes, precisamente, poniéndolo de inmediato en el centro de una campaña para que fuera adoptado. Pocos días después, la Escuela Básica Poeta Neruda, cercana al Parque La Castrina de San Joaquín, recibía a Súper Lunes con una bienvenida y en medio del júbilo de los encantados niños del establecimiento.

Desgraciadamente, aquella no ha sido la única vez en que un perro e incluso algún gato ha obligado a parar el movimiento de los carros del Metro e iniciar un rescate, sin embargo; ni antes, ni después. Se recuerda que un can sobrevivió incluso a un atropello del tren en la Estación Manuel Montt, en mayo de 2011: un musculoso perro gris con trazas de pitbull, que resultó ser bastante manso, además de suertudo. Un caso menos violento había sucedido, también, en la mañana del viernes 9 de agosto de 2013, cuando un perro lanudo de color blanco y manchas oscuras paralizó la Línea 2 del servicio por un rato, cuando casi fue atropellado por un tren, obligando a implementar un plan de rescate para sacarlo de las vías. La misma línea se vio bloqueada por un can ocre y de pelo corto que ingresó a las vías de la Estación Santa Ana el 29 de septiembre de 2016; y después en la Estación Einstein, cuando debió ser salvado un perro típicamente quiltro, de tamaño pequeño, café y de orejas caídas, el 26 de octubre de 2017.

Situaciones como aquellas deben estar entre las que más llamaron la atención, en su momento, pero esto es algo repetitivo. Poco antes de la noticia sobre el travieso Súper Lunes, en febrero de 2018, un pequeño cachorro de color chocolate también había debido ser sacado del andén de la Estación Elisa Correa en la Línea 4, aunque alcanzó a evitarse que cayera a las vías. Al poco tiempo, sin embargo, un encantador, pequeño y peludo peluche vivo estuvo tres días atrapado en las vías y moviéndose por las estaciones de la Línea 4 hasta que pudo ser rescatado el viernes 27 de abril de 2018, tras ser denunciada la situación en un programa televisivo.

Varios otros perros no han tenido tanta suerte como los nombrados y hasta han sufrido accidentes mortales por electrocución o arrollados por los trenes, por lo que claramente se trata de un problema grave más que pintoresco, por sobre todo otro rasgo de encanto animal que haya en nuestra sociedad y su relación con sus mascotas. Algunos ni siquiera han sido perros vagos o andariegos caídos en las vías, por lo demás, sino perros que se han soltado del arnés o de la correa, por descuidos inexcusables de sus tutores.

Otros perros conocidos en las estaciones del sistema de transportes han sido el llamado por algunos Rucio, de pelaje largo y orejas caídas, residente de la Estación Camino Agrícola en el año 2014 y que, tras ser atropellado sobreviviendo al accidente callejero, fue adoptado por una familia. Por la misma época llegó a vivir también un hermoso setter colorín al complejo de la Estación Pajaritos, no se sabía si tras haberse perdido o ser abandonado por sus dueños. Hubo uno grande y rubio residiendo en la Estación Metro Manquehue, además, hacia 2015, que al parecer también fue adoptado y sacado de este sitio. Y el Negro, can de pelos largos y mancha blanca en la mandíbula inferior, llegó en 2019 a la Estación Plaza Egaña de Ñuñoa, viviendo en el pasaje que conecta la terminal con el ingreso al vecino mall... La nómina es grande y seguirá creciendo, de seguro.

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