MANIOBRA, EL PERRO TRABAJADOR PORTUARIO DE ARICA

Maniobra en el Puerto de Arica, en 2014. Fuente imagen: diario "La Estrella de Arica" (Fotografía de Francisco Manríquez).

Cada mañana en Arica aparece ante el acceso de las instalaciones portuarias, junto a las caletas y los mercadillos, un perro de proporciones medias que tira para grande, de color café y semblante engañosamente adusto. Todos los trabajadores del complejo lo conocen: es Maniobra, la querida mascota adoptiva del puerto que viene a buscar su diario desayuno y el infaltable calor de la camaradería, favores que paga con la ayuda que ofrece a sus colegas humanos en las demandantes actividades de atraque y amarre de los barcos.

Hasta el empleado más serio y de rostro más parco del puerto sonríe espontáneamente cuando algún curioso pregunta algo sobre Maniobra y pide datos de dónde ubicarlo. Todos quieren y admiran a este misterioso idolillo, si bien es poco reconocido fuera de las instalaciones en donde ha construido su currículo y las razones de tanto respeto. Le colocaron también un collar de color naranjo que parece más bien una medalla al mérito, pues es tanto el cariño que se profesa por este animal entre el personal que lo consideran casi un obsequio del destino, un favor divino más allá de una mera interpretación poética de su presencia allí.

La vida de Maniobra transcurre entre las cornamusas, la fila de noráis del malecón, las enormes torres de contenedores, las gaviotas chillonas y los perezosos pelícanos que aseguran su almuerzo en las vecinas pescaderías de la caleta. También extiende su existencia perruna entre brisas marinas con el aplauso de sus colegas, tras tirar de las sogas de aproximación de las naves con sus fuertes mandíbulas. Es un perfecto perro de puerto, más que solo un residente del borde costero.

Maniobra va con los trabajadores del complejo desde el punto de salida del minibús de acercamiento interior hasta los lugares de atraque, sentado en alguno de los asientos y con los mismos implementos de seguridad que usan los hombres, como los chalecos reflectantes. Aunque no es tan reactivo a los llamados y zalamerías, su felicidad es inmensa cada vez que va en su puesto del minibús, tal vez al sentirse realizado por contar con este trabajo. Jadea ansioso en el breve camino, deseoso de empezar la jornada, tal como lo hizo aquel olvidado primer día en que, para sorpresa de todos, apareció allí para apoyar las maniobras de los amarradores de la empresa Report.

El perro se ganó con justicia honorífica su singular apodo, hoy nombre propio. Maniobrita, prefieren decirle algunos. Sucedía que, cada vez que saltaba dentro de la misma combi de los trabajadores, al llegar a destino se bajaba con los últimos de ellos, que justo eran los del equipo encargado de las maniobras portuarias. Fue cosa accidental pero repetida, tanto que acabó por ser bautizado como Maniobra. 

El breve video de Youtube que hizo conocido a Maniobra.

Empero, nadie parece saber bien las circunstancias en que este sagaz animal llegó al Terminal Puerto Arica. Solo logran sacar del cajón del olvido que, por su comportamiento y facilidad para ser adiestrado, parecía ser un perrito de casa, tal vez perdido o abandonado. También cuentan que intentaron echarlo del lugar en alguna ocasión, pero el can nunca abandonó su amplio nuevo hogar y, por el contrario, permaneció allí llegando a demostrarse colaborativo y buen empleado. Habría sido esta última la razón por la que decidieron dejarlo y permitir que hiciera su real aporte a las labores de amarre, además de designar a quienes se encargasen de su alimentación.

Su caso se hizo conocido a partir de septiembre y octubre de 2014, cuando un video suyo, grabado por los propios trabajadores portuarios fue difundido como encantadora curiosidad por medios locales, entre ellos el portal digital Soy Arica y el periódico "La Estrella de Arica", e incluso por medios de nivel nacional como "La Cuarta". A la sazón, ya era considerado una celebridad entre sus colegas del terminal, los mismos que habían publicado con orgullo las imágenes de su mascota colectiva mientras compartía los trabajos del puerto.

El mismo periódico "La Estrella" le dedicó un artículo titulado "Maniobra, el perro que alegra los días en el puerto", el miércoles 1 de octubre de ese año. En la entrevista, Raúl Cortés, trabajador desde hacía 36 años hasta entonces en el lugar, comentó sobre la mascota:

Es cariñoso y juguetón, además de muy sociable. Se da con la gente de forma natural. Come lo que comemos nosotros. A veces a uno lo ve comiéndose un pan aliado y se acerca. También le gustan las empanadas. Él elige a quién acercarse, dependiendo de lo que uno esté comiendo.

Agregaba el artículo que otras de las funciones de Maniobra en el complejo portuario eran ayudar a tirar las mallas y espantar a las palomas que intentan comerse las cargas de soya. Agregaríamos como aporte suyo, por supuesto, la grata compañía que da el perro a los trabajadores, cuya sola presencia ameniza las horas y los quehaceres.

Imagen del perro con sus colegas humanos. Fuente imagen: "La Estrella de Arica" (Fotografía de Francisco Manríquez).
Acceso al puerto de Arica, por donde puede verse también a la mascota.
Escenas de Maniobra tirando las amarras del puerto (video 2014).
El perro Maniobra, en la actualidad.
Tomando un merecido descanso en la sombra de la caseta de ingreso.

En las faenas de las amarras, el perro asiste a los hombres de overoles rojizos y cascos, jalando con determinación las cuerdas de atraque. Las fauces del enérgico can tiran con tanta alegría como esfuerzo aquellos cabos y cordeles, una eficaz ayuda para los trabajadores en esta labor de gran demanda física. Alguna vez los vio en este desafío, podemos especular; luego los imitó con la forma que su anatomía perruna se lo permitió, y no se detuvo más.

El despliegue de fuerza del perro salta a la vista en aquellas tareas en el puerto y llega a verse feroz e intimidante en cada tironeo, aunque los flecos de su cola peluda no dejan de balancearse de un lado a otro durante tales bríos, poniendo en evidencia incontestable la enorme felicidad del perro de poder participar de estas labores. 

El agradecido Maniobra parece consciente, incluso, de los alcances de seguridad involucrados en sus desafíos en el puerto, con una inteligencia que le permite acercarse a los grupos en donde distingue que hay más trabajo y necesidad de ayuda. Por esta razón, se desplaza entre una y otra tropa de acuerdo a dónde siente que deba estar presente.

Por las tardes, Maniobra aún prefiere tomarse su rato en el relajo de la ciudad: pasea por la pequeña feria de productos marinos ubicada enfrente del puerto y por un costado de la estación de trenes, hasta la plaza de la antigua Aduana. También por las proximidades de la Plaza Colón y la catedral, o al pie del Morro de Arica, surcado por los jotes de cabeza sanguinolenta y las intimidantes grietas de su estructura rocosa. Su rango de desplazamiento suele ser cercano al mismo teatro de operaciones portuarias, según parece.

También acostumbra echarse a dormir en el suelo de tierra de un bandejón, justo enfrente de la entrada de las instalaciones del puerto que ostenta un gran arco. Incuso la tierra en esa parte del terreno en donde suele recostarse se ve cóncava, por tanto uso que le ha dado. Lo hace allí también en algunas noches tibias del benigno clima de Arica, aunque cuando el calor del día sobrepasa su pacífica mansedumbre huye del sol hasta la sombra de la caseta de control, en donde se gana algunas caricias más de los guardias y los encargados de los ingresos



Hacia las cinco de la tarde reaparece Maniobra, a veces desde alguna incursión hacia las playas o a la propia ciudad, visiblemente cansado y decidido a tomarse un reposo, sin atender mucho los llamados, por afectivos que sean.

El peludo empleado modelo regresa a su lugar de trabajo tras alguna de esas siestas o paseos afuera, realizados de seguro con otros perros o en algún lugar desconocido de esas sombras y pastos que no abundan mucho en Arica. Aun así, lo más usual a esas horas de la tarde es verlo roncar por ahí en el acceso a las instalaciones, junto a unos pretiles, hasta donde llega después de pasar junto al dramático monumento a los trabajadores fallecidos en la construcción del puerto ariqueño.

Otras veces, se marcha con algunos de los demás empleados portuarios a tomar su respectiva once. Pero Maniobra nunca se va en realidad: también vuelve más tarde, hacia la noche, para ganarse ahora el saludo y las caricias de todos los hombres que lo esperan en el turno nocturno del puerto y que también lo reconocen como un auténtico compañero de trabajo. El ajetreo de clientes de los restaurantes cercanos y de los principales movimientos de camiones de carga ha comenzado a cesar a estas alturas de la jornada, pero el perro sabe que este es su lugar y que acá se duerme poco... Son los rigores del desafío de trabajar en el puerto.

Pese su vitalidad, Maniobra ha envejecido y ya se le notan los años. Si bien mantiene su fuerte dentadura con la que todavía puede jalar los cabos, suele llegar cansado de sus salidas cuando regresa a su sitio al bajar el sol. El temido pero inevitable tiempo del retiro se aproxima en la tabla de tareas pendientes para este viejo y fiel can. Cuando llegue ese momento, tal vez merezca una jubilación bajo atenciones de sus mismos colegas, o de alguno que se apiade y lo adopte llevándolo hasta su propio espacio familiar.

El hermoso e inteligente perro callejero seguirá allí, por ahora, sin esperar ser el empleado del mes, sin lamentarse ante ningún sindicato por sus destinos o sus prospectos. Maniobra trabajará feliz y agradecido en el puerto de Arica mientras pueda, donde aún derrocha sus fuerzas casi infatigables desde una secreta parte suya en su esencia espiritual: esa que quería ser humana y no pudo, pero que permanecerá siempre inconforme y rebelde en la intimidad de la naturaleza canina.

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