PEDRO Y LOS DEMÁS PASAJEROS PERRUNOS DEL TREN MERVAL

Pedro, en uno de los varios videos que lo hicieron famoso como pasajero habitual del Metro de Valparaíso. Fuente imagen: sitio 24 Horas.

Otro interesante caso de semblanzas perrunas relacionadas con la Región de Valparaíso, es el de Pedro y, por extensión, el de su curioso club informal de perros "usuarios" del tren metro local. Podría corresponder uno de los más extraños que se hayan conocido en Chile, en cuanto a lo relacionado con los comportamientos manifestados por los perros callejeros de nuestra época.

Pedro, llamado cariñosamente también Pedrito, era un corpulento can de pelo amarillento y ojos marrón claro, muy afamado a partir de mediados de 2013 por invadir el sistema del Metro de Valparaíso (Merval) inaugurado ocho años antes, Comenzó a aparecer ocupando los asientos en el carro para ir echado entre los pasajeros humanos, cómodamente y muy seguro. Un día de aquellos, como era inevitable, fue grabado por alguna cámara en estos viajes dentro de uno de los vagones y su video con la insólita situación se tornó viral, causando asombro incluso en el extranjero. No era primera vez que lo hacía, sin embargo: el inteligente animal llevaba ya un tiempo cumpliendo con esta extraña rutina ante el encanto de unos, los más, y la molestia de otros, los menos.

De apariencia algo temible pero muy gentil y calmo en sus conductas, Pedro no era especialmente grande pero de todos modos ocupaba dos asientos al extenderse a dormir en cada viaje, de ida y vuelta por el largo trazado de estaciones del tren. Corrientemente, había pasajeros que no se atrevían a despertarlo temiendo que su carácter fuera proporcional a ese aspecto, pero no tardaron en descubrir la mansedumbre del animal incapaz de causar daño y viviendo sumido en su pacífica y meditativa cosmovisión de reflexiones perrunas. Incluso causaba risas del público cuando evitaba a los guardias azules que intentaban sacarlo de los carros, bajando por la puerta de uno y entrando escurridizamente por la de otro en alguna parada, cosa de la que también quedó registro en algunos videos.

Tras ser popularizada su imagen como una rareza urbana, Pedro fue rescatado por Leonor Zamora, una joven funcionaria del mismo servicio, tras enterarse del caso gracias a una amiga de cierta agrupación animalista de Quilpué quien la puso en aviso de la presencia del can en el metro. Leonor accedió a tomarlo temporalmente y fue a recogerlo en la estación de la misma ciudad, aunque se sintió un poco intimidada al principio por las proporciones y apariencia del perro, al que colocó una correa antes de llevarlo caminando tranquilamente hasta su casa.

Sin embargo, el animal se comportaba de manera muy sociable y hasta sirvió mucho para estabilizar y dar compañía a otra mascota adoptada: Ziara, una mestiza de pitbull de fuerte y dominante carácter. Tras tenerlo cerca de un mes a su cuidado ofreciéndolo a quienes quisieran adoptarlo, consiguió para Pedrito un hogar que parecía definitivo, con un residente del camino La Pólvora de Valparaíso que llegó en locomoción colectiva a Quilpué para llevárselo.

Todo aparentaba ser un final feliz para tal historia, en aquel momento de objetivos logrados. Empero, el incorregible perro escapó de alguna forma y, al poco tiempo, Leonor fue advertida por un amigo de que estaba obra vez en el ferrocarril, vagando por la estación de Villa Alemana. Según pudo averiguar después, Pedro huyó un par de veces de la casa adoptiva, siendo ubicado primero en un paradero de microbuses y después, simplemente, desapareciendo sin dar más señales, hasta que reapareció misteriosamente en el servicio metro.

Con pocas opciones a mano, la joven partió nuevamente a buscar al can al Metro de Valparaíso, llevándolo de regreso con ella y, esta vez, de manera definitiva. La prensa de esos días informó que el perro había retornado solo a casa de Leonor, pero los hechos exactos son los descritos.

Los años que transcurrieron con Pedro en su casa, seguramente, han sido los mejores en la vida del querido aventurero, compartiendo alegrías y juegos con su amiga Ziara y también con la pequeña hija de Leonor. Salvo por algunos problemas de convivencia con otras mascotas del vecindario, la calidad de vida de ambos perros era infinitamente mejor que en sus días de abandono, compartiendo ahora los espacios íntimos de una casa y una familia en otro meritorio buen ejemplo de rescate de animales desde las calles de las ciudades chilenas, o en este caso desde un ferrocarril del servicio Merval.

Otra imagen de Pedro en el ferrocarril Merval, en fotografía de Gonzalo Pérez publicada por sitio Biobío Chile.

El perro Pedro, ya retirado de las calles, en fotografía de Leonor Zamora publicada por sitio Biobío Chile.

Otros conocidos perros "usuarios" del Metro de Valparaíso, en imágenes publicadas en el sitio Facebook "Confesiones Metro Valparaíso".

Y aunque la historia de Pedro suene bastante particular, como se ve, no era única. De hecho, está lejos de serlo...

Se conocen varios otros casos de inteligentes y mansos perros, algunos de gran tamaño también, que toman regularmente el Metro de Valparaíso y que han comprendido bien el sistema de transporte, ocupándolo en cada viaje cercano a una hora entre las estaciones extremas de Valparaíso y Limache. Así lo reveló una nota del noticiario 24 Horas de Televisión Nacional de Chile, el 28 de agosto de 2019. Y, tal como sucede con los perros nacionales que han aprendido a interpretar semáforos y señalización callejera, esta asombrosa conducta se ha observado en otros lados del mundo,como sucede con varios perros sin dueño que vagan por el sistema de Metro de Moscú.

Algunos de aquellos canes más conocidos del tren porteño fueron bautizados por el público como Cholo, Negro y Oficinista. Y a pesar de que también provocaban temor de algunos usuarios ignorantes de su simpático carácter, la mayoría los reconocía como criaturas muy tiernas y divertidas, especialmente los niños. También participaban alegremente con saltos o aullidos en las presentaciones de artistas populares que entraban a los mismos carros; y, cuando se dormían en la tibieza de los asientos en horas de alta congestión de personas, ya nadie los retiraba, de modo que podían seguir su viaje sumidos en mundos oníricos, soñando que perseguían gatos o cazaban conejos. Sólo el personal de seguridad del servicio intentaba lidiar con ellos, con escaso éxito.

En el mismo reportaje se aseguraba que los trabajadores del transporte debían correr mensualmente a unos 40 perros que intentaban ingresar al tren, especialmente en las paradas de Limache y de Quilpué, buscando el calor interior del aire acondicionado de los vagones en las temporadas frías o bien los bocadillos que les regalan generosamente algunos usuarios que ya saben de la docilidad de los mismos, como informara entonces el Subgerente de Operaciones del Metro Valparaíso, César Valenzuela.

Para más asombro, algunos de aquellos animales dominaban tan bien la compresión del sistema que, además de los que viajaban de ida y vuelta al mismo punto, había algunos que subían en Limache y bajaban casi invariablemente en la Estación El Salto, de Viña del Mar. La disposición de los accesos a algunas de las estaciones facilitaba que fueran las favoritas de los canes para subir o descender, además de poder orientarse en ellas.

La historia del encantador viajero Pedro, en tanto, terminó el 1 de noviembre de 2020, cuando fue sobrepasado por sus padecimientos que incluían problemas cardiacos y su propia senilidad perruna. "Pedro ya subió a su último viaje", escribió Leonor dando aviso de su partida. Por supuesto, consuela mucho la buena vida que tuvo el astuto animal gracias a ella, en su última etapa de existencia.

A pesar del aspecto extraordinario y pintoresco del caso de los perros del Metro de Valparaíso, subyace acá también otro ejemplo de tenencia irresponsable, pues varios funcionarios han detectado que algunos de los canes que se internan en los trenes, efectivamente tenían dueños que les permitieron esa vida afuera de sus casas y casi a la deriva durante cada día. Tanto es así que algunos habrían llegado al tren siguiendo a sus amos de camino al trabajo, formándose de esta manera la costumbre de hacer gran parte de sus respectivas jornadas dentro del mismo y con los riesgos evidentes de extraviarse.

Parece ser, entonces, que la sociedad porteña ha estado creando una nueva categoría de inteligentes perros andariegos con rutinas diarias de viaje que, de alguna forma, comenzaron su historia con la popularidad de Pedro.

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