ÁYAX: EL QUERIDO PERRO MÁRTIR DE CARABINEROS

Ayax, el perro héroe y mártir, posando junto a su adiestrador el carabinero Luis Carrasco, en el preciso momento de haber terminado y aprobado el curso de adiestramiento, a fines de 1959 (fotografía del diario "La Tercera" de 1962).

La historia de los perros usados en servicios policiales chilenos nos aporta una gran cantidad de historias interesantes. La brigada de la Policía Civil, por ejemplo, antecedente de la Policía de Investigaciones fundada en 1933, comenzó a utilizar un perro pastor llamado Fritz en 1914 o 1915, can que muchos identifican como el primero en estas funciones en el país. Desde entonces, muchos otros fueron integrados a labores específicas en Carabineros de Chile y en la Policía de Investigaciones, ganándose sus páginas en el sumario nacional de los perros con historicidad.

Algunos de aquellos canes han quedado en el recuerdo gracias a las menciones realizadas por diversos autores como hizo Aníbal Alvear Godoy en “Por los caminos de Chile”, en el que se refiere a una excursión a caballo por el territorio desértico del norte del país: la comisión era custodiada por tropas policiales y contó con la simpática presencia de un leal perrito llamado Cachano, perteneciente a la institución y que los acompañaba en la travesía. Esto sucedió en los últimos años de la cuestión de Tacna y Arica, que mantenía en tensión las relaciones diplomáticas entre Chile y Perú.

Durante el período de la puesta en marcha del Centro de Adiestramiento de Perros Policiales (hoy Escuela de Adiestramiento Canino), la edición del 8 de agosto de 1956 de la revista "Ercilla" hablaba de dos de los primeros perros graduados de esta escuela, dirigida por el capitán Mario Puente García y el carabinero Galvarino Duarte: Marty y Zeus, pastores alemanes considerados entre los mejor entrenados del país, en su momento. Marty aparece en una fotografía de la nota, en actitud erguida sobre en sus patas traseras y junto a uno de sus adiestradores, el carabinero Mancilla.

Hay, pues, infinidad de otros casos en los que podrían rescatarse nombres de entre las generaciones pioneras de perros incorporados a labores y actividades relacionadas con cuerpos de orden y seguridad dentro del país.

De aquellos primeros grupos egresados como perros adiestrados por y para el servicio policial en sus escuelas institucionales, sin embargo, destacó un extraordinario can llamado Áyax, que era toda una celebridad entre los funcionarios de carabineros de Santiago y un orgullo en la dotación de la sexta comisaría de San Bernardo, en donde se encontraba destinado. Además, fue el regalón de los niños y de los residentes de aquellos barrios al sur de la capital.

Nacido en un criadero Reñaca el día de la Navidad de 1956 según algunos (otros decían que había sido en agosto), Áyax fue un hermoso perro ovejero alemán, de color negruzco con manchas amarillentas. De los seis cachorros de la camada, él era el más juguetón e inteligente a criterio de su amo, Daniel Troncoso Ovalle, quien se lo quedó y comenzó a enseñarle trucos, tras bautizarlo con el nombre del legendario héroe griego. El can creció con una recia estampa y siempre mostró gran ferocidad ante los extraños. Según una completa semblanza que se hizo de él en el diario "La Tercera de la Hora", llegó a carabineros el 18 de marzo de 1959, cuando Troncoso decidió donarlo a la institución en Santiago, siendo destinado a la sección de adiestramiento a los dos días y quedando bajo guía del carabinero Humberto Díaz Sepúlveda. El 24 de diciembre fue evaluado y logró las pruebas de rastreo y ataque de manera brillante. Fue avaluado en dos millones de pesos y se lo tenía por uno de los más eficaces y bien amaestrados del servicio.

Solo seis días después de aprobar el curso, Áyax fue separado de la correa de su querido amo asignado, al ser destinado Díaz Sepúlveda a la dotación de la ciudad de Arica. El perro pasó entonces a la Segunda Comisaría de San Bernardo, en donde quedó encargado al joven carabinero Luis Carrasco Pinto, de 25 años, quien estaba predestinado a ser su último instructor. La estima surgió de inmediato entre ambos y Áyax lo seguía por toda la comuna, ganándose el cariño y la admiración de los ciudadanos por su imponente prestancia y aspecto.

Nota sobre los perros de las primeras generaciones caninas a las que perteneció Áyax en el programa de adiestramiento de la institución. Publicada por la revista "Ercilla" en 1956.

Los funerales de Áyax, siendo despedido por un niño y por otro de los perros de la unidad (fotografía del diario "La Tercera" de 1962).

Otro conocido can policial, llamado Sultán, despidiendo a Áyax en su funeral. El perro mártir aparece parcialmente tapado y con flores encima (fotografía del banco de la Editorial Zig Zag, hoy perteneciente al Museo Histórico Nacional).

La hoja de vida del perro se leía impecable, ya entonces: había participado en varias operaciones policiales, en las que siempre destacó por su valor y lealtad. Tanto era así que, por sus virtudes y demostrada astucia, muchos lo apodaban con títulos como Cuatro Remos, en alusión al extraordinario can porteño cuya vida ya es parte de la antología y la casuística histórica de los personajes perrunos chilenos; y también Rin Tin Tin, la estrella de Hollywood de la misma raza que Áyax.

Varias fueron las hazañas del perro que testimonia la prensa de la época. El 4 de diciembre de 1960, por ejemplo, había sido asesinado en la Población José María Caro el joven Julio César Santibáñez, de 24 años, y se requirió de un buen rastreador para buscar a los homicidas. La tarea fue encargada a Áyax, el que partió acompañado por los cabos Sergio Farías, Luis Carrasco y otros dos carabineros. En solo 90 minutos, el olfato infalible del can dio con un criminal: un muchachón de 19 años apodado el Chito. Poco después, acorraló al segundo responsable, de 16 años, conocido por el alias Nariz de Camello.

Otro hecho destacado en la vida del perro ocurrió en 1961, cuando a altas horas de la madrugada pasó por la calle un hombre que llevaba un voluminoso paquete, por el paradero 37 de la Gran Avenida José Miguel Carrera, vía bautizada así ese mismo año. Áyax comenzó a gruñirle y a olfatearlo molesto, para después aprisionarle una de sus piernas. Nervioso y sintiéndose ya capturado, el tipo comenzó a confesar de inmediato a los uniformados que acababa de robar una gran cantidad de ropa en una casa de la misma avenida y la traía en el bulto.

Incluso unos días antes de su triste muerte, el perro había hecho otro acto notable de eficacia profesional, al capturar a un cogotero que acababa de asaltar a un suboficial de la Fuerza Aérea de Chile, con el aplauso y júbilo de sus amigos uniformados.

Pero conocemos la forma en que suelen terminar estas buenas historias cargadas de valentía y admiración, y así la tragedia alcanzó a Áyax, precisamente, por una trampa lanzada a sus arrojos el jueves 11 de enero de 1962, en horas de la madrugada.

El perro había entrado en servicio aquella jornada hacia las 22 horas del día anterior. Según informó entonces el diario "La Tercera", un delincuente con nutrido prontuario, Manuel Jesús Chávez Guerrero, alias el Conejo Grande, había sido detenido y llevado hasta la comisaría aquella noche. Lo interceptó el radiopatrulla 129 a cargo del vicesargento primero Pedro Vargas Santis, al sorprenderlo en un taxi cerca de la 1:30 de la madrugada  con nueve sacos que contenían más de cien gallinas robadas. Fue subido al vehículo policial y trasladado al cuartel. Sin embargo, al momento de descender, el sujeto sacó provecho de la oscuridad de la noche y escapó en un descuido de los uniformados, que estaban distraídos mientras bajaban y contaban las aves robadas. Los carabineros partieron a toda carrera tras el delincuente para darle captura otra vez, en una persecución callejera que era liderada por Vargas, el cabo Juan Francisco Toledo y por Áyax, que también intentaba atrapar al fugado luego de verlo escapar mientras simulaba dormir enfrente del acceso al recinto policial.

Haciendo gala de sus conocidas capacidades físicas, el perro policial se adelantó a sus colegas humanos y le dio alcance al forajido en la calle Urmeneta, a la altura del número 332. Al verse acorralado por el perro, este logró propinarle una mordida en la mano izquierda a la altura de la muñeca. Entonces, el infame sujeto sacó un arma que traía escondida en su bolsillo, un revólver: a solo 20 centímetros de distancia, disparó tres tiros sobre el animal, dando uno de ellos justo en su cabeza. Luego de esto, el Conejo Grande volvió a escapar y logró esconderse en algún lugar de los barrios del entorno.

Imagen del funeral de Áyax, publicada en la revista "Ercilla" del 31 de enero de 1962.

Otro de los perros compañeros de Áyax despidiéndolo durante sus funerales en 1962. Imagen de la Editorial Zig Zag hoy perteneciente al Museo Histórico Nacional.

Embalsamamiento del cuerpo por el maestro taxidermista Vergara Castro. No nos fue posible averiguar si continúa en la institución de Carabineros de Chile o en algún cuartel de la misma (fotografía del diario "La Tercera" de 1962).

Lápidas de perros destacados del Curso de Adiestramiento Canino, algunos de sus primeros mártires, en el Cementerio Canino del cerro San Cristóbal. Varios de ellos fueron, como Áyax, de las primeras generaciones caninas en la institución.

Áyax, el perro querido por los niños y los inocentes, pero odiado hasta la cólera por los bribones, murió al instante. Los desconsolados carabineros que encontraron su cuerpo unos segundos después, con el corazón destrozado lo llevaron en brazos hasta el cuartel, colocándolo allí sobre una mesa y cubriéndolo con un escudo de la sección de adiestramiento. Su guía Luis Carrasco llegó seis horas después al servicio y sólo entonces se pudo enterar de la terrible noticia. Habían pasado 18 días desde que el pastor alemán cumpliera cinco años de vida, y 19 días desde su segundo año en esa comisaría.

Fue una lástima y una ironía que un vulgar hampón callejero y ladrón de gallinas, actividad que en el mundo del hampa y sus extraños códigos estaba considerada entre los estratos más bajos y vergonzosos de la jerarquía delictual, quitara la vida al heroico y querido perro en tan desafortunadas circunstancias. La comunidad de San Bernardo quedó consternada con la noticia, dada la gran popularidad y cariño que había por el can. Y la pena se mezclaba con la indignación de saber que el Conejo Grande seguía prófugo e impune. Así, el caso llegó a los diarios y hasta ocupó portadas, lo que expandió la sensación de encono por toda la ciudad.

Al día siguiente, los funcionarios de Carabineros de Chile organizaron un funeral para Áyax en el patio de la comisaría, desde temprano en la mañana. Hacia las 11:15 horas, el recinto se había repletado por la cantidad de público que asistió, incluyendo a vecinos de la comuna y autoridades policiales. Hubo un sentido discurso del capitán Renán Rodríguez y de la niña Silvia Corrales, alumna de uno de los colegios locales que habló en representación de todos los escolares de San Bernardo, entre los que Áyax también gozaba de enorme afecto y popularidad. Varios otros niños se acercaron y lloraron de emoción ante el cuerpo del can cuando lo reconocieron. El animal estaba en una angarilla, cubierto por una lona y con su cabeza asomada afuera con la mueca de muerte aún grabada en ella. Una trompeta entonó “Silencio” mientras el cuerpo fue tapado y varios otros perros famosos del servicio pasaron ante el cadáver, como uno llamado Sultán, para darle su respectivo adiós y continuar con sus labores.

Poco después de las exequias, el cuerpo del infortunado can fue entregado al taxidermista profesional Adrián Vergara Castro, quien terminó de embalsamarlo el 24 de enero siguiente. De acuerdo a lo que informaba la prensa de entonces, Vergara había participado también del trabajo taxidérmico realizado al gran danés del presidente Arturo Alessandri Palma, el famoso Ulk, hoy en una de las salas del Museo Histórico Nacional.

Además de Áyax, hubo otros famosos canes héroes o mártires de esa s prodigiosas primeras generaciones caninas. De hecho, era el cuarto perro institucional caído en funciones, todos en poco más de un año. La perrita Cony había sido atropellada por un microbus de locomoción colectiva, y Layka había sido arrollada en 1959 en calle Arturo Prat por un conductor borracho. Otro bien conocido entre ellos fue Yákar, un astuto perro que la Dirección General de Carabineros de Chile destinó a la primera comisaría de Puente Alto y que, poco antes de la tragedia de Áyax, también había muerto en servicio, aunque en su caso, envenenado con un cebo de carne, en octubre de 1961. Posteriormente, otro sumó a la nómina: Yack, muerto también en 1962. Varios de estos perros están sepultados en un sector de honor del Cementerio Canino de la escuela, en el cerro San Cristóbal.

Cabe señalar que el mencionado Yákar fue reemplazado en la misma unidad por Dix, otro admirable can, muy inquieto, elegante y de hocico aguzado, cuya guía quedó a cargo del carabinero Juan Cortés Salazar y que, con un año y diez meses de edad, se puso un simbólico uniforme de la institución justo hacia los mismos días en que Áyax era despedido para siempre.

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