HOMBRES Y PERROS: UN VERTIGINOSO MEDIO SIGLO DE AVANCES EN MEDICINA Y SALUD PÚBLICA CHILENAS

Patios de corrales y crianza de animales para la obtención de sueros y vacunas del Pabellón de Seroterapia que existía en el Instituto de Higiene, en la actual comuna de Independencia. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).

Las medidas sanitarias antirrábicas y su perpetua contienda con los intereses de animalistas o de cinófilos, más allá de las ordalías de combate entre opiniones y los debates (muchas veces poco profesionales, de uno y otro lado), siempre han buscando involucrar también a las áreas de importante desarrollo médico de investigación y logros científicos, en los que Chile ha tenido un lugar importante dentro del concierto mundial… Quizá la parte más valiosa y útil del asunto, pero que menos se considera en la discusión y las pasiones viscerales que involucra el tema de la relación de la sociedad con sus mascotas perrunas.

Vamos remontándonos un poco, porque los antecedentes de este asunto resultan ser más tempranos de lo que podría sospecharse.

Casi cuando recién comenzaba la Guerra del Pacífico en 1879, verá la luz un caso notable de estudios nacionales sobre la hidrofobia por parte del joven médico cirujano de la Armada de Chile, don Pedro Videla Órdenes, extendido en abril de ese mismo año en su tesis para optar al título de Licenciado en Medicina. Esto sucedía sólo un mes antes de ofrendar heroicamente su vida en esa misma conflagración, durante la doble epopeya de Iquique y Punta Gruesa, siendo aún practicante cuando cayó gravemente herido por un proyectil del monitor Huáscar que alcanzó a la goleta Covadonga comandada por Carlos Condell. Videla se hallaba allí en servicio como cirujano primero, pereciendo horriblemente mutilado. Una brillante carrera en la medicina chilena quedó tronchada aquel 21 de mayo, según todo indica.

En el interesante escrito, Videla informaba de los casos de tres pacientes con rabia atendidos por él, además de revisar algunas teorías acerca de la naturaleza de la temida enfermedad, comparando la forma en que se da en los perros con la de los seres humanos. También comentaba las propiedades de la planta comúnmente llamada chamico (Datura stramonium, conocida además por sus efectos alucinógenos) para calmar parte de los terribles síntomas de los infectados y condenados entonces a una horrible muerte por los efectos del mismo contagio.

El caso del cirujano Varela era excepcional, sin embargo, pues había muy poca atención científica sobre el asunto de la rabia en esos años. Su aporte es expuesto por Enrique Laval en su artículo La primera comunicación sobre rabia en Chile por el cirujano de la Armada don Pedro Videla Órdenes, publicado en la Revista Chilena de Infectología en la edición aniversario de 2003. En el mismo medio, Laval repasará al caso de marras junto a Paulina Lepe, en el texto titulado “Una visión histórica de la rabia en Chile”, en abril de 2008.

Otro ejemplo temprano de dichas preocupaciones médicas parece ser el de un artículo de Damián Miquel para el “Boletín de Medicina” de 1884, en donde se comentarían algunas observaciones complementarias a las citas de un distinguido profesor de esos años, también relativas al asunto de la hidrofobia.

Un gran impulsor de la cruzada antirrábica de entonces fue, fundamentalmente, el profesor Mamerto Cádiz, quien logró dar inicio al Servicio de Vacunación Antirrábica del Instituto de Higiene, en 1896. El algún momento hasta él tuvo que ser tratado con las inyecciones, al sufrir un accidente en su laboratorio que lo puso en riesgo de contagio, unos años después. Al año siguiente, además, en el IV Congreso Científico General Chileno, se denunciaba que la enfermedad sí existía en Chile, a pesar de que algunos reputados veterinarios y médicos negaban que aún pudiese hallarse ya en el país.

El médico cirujano Pedro Videla, héroe caído en el Combate Naval de Punta Gruesa, fue uno de los pioneros en estudiar tratamientos para pacientes de hidrofobia. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Desaparecido Pabellón de Seroterapia del ex Instituto de Higiene, en la dirección de calle Borgoño 1470, Independencia. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).

 Un chiste cruel de revista "Sucesos" en 1907, a propósito de la temida hidrofobia.

Deslizándonos todavía por el asunto de la salud pública, influencia vital en los avances preventivos contra la hidrofobia iniciados a fines del siglo XIX había tenido el doctor Teodoro Muhm, con gran experiencia al respecto en Buenos Aires, donde había sido creado un innovador laboratorio antirrábico casi una década antes de aparecer el Servicio de Vacunación Antirrábica chileno.

La nueva centuria comenzó, como puede observarse por los señalados casos, justo mientras tenía lugar en Chile semejante cruzada sanitaria y preventiva para detener el avance de la mortal enfermedad, históricamente asociada al mordisco de perros enfermos como principal causa en áreas urbanas y rurales. En su “Historia de la pediatría chilena: Crónica de un alegría”, Nelson A. Vargas Catalán repasa algunos casos documentados en aquellos años, como uno de Antofagasta del 18 de julio 1908, cuando un enorme can con claros síntomas de padecer rabia atacó a varias personas entre las que estaban cuatro conscriptos, una peruana llamada Manuela de Apas y un abastero de 43 años:

Las mordeduras fueron cauterizadas con termocauterio y los mordiscos recibieron 20 a 25 inyecciones de vacuna en 18 días, antes de ser dados de alta sanos, pese a que la investigación experimental resultó positiva. No cuesta demasiado imaginar la escena y el caos provocado por el animal mordedor.

Por otro lado, en 1894 se había fundado el Instituto de Higiene, revolucionario impulso para la salud pública en el país. A partir de 1904, el servicio comenzó a publicar un boletín informativo en el que, para el año siguiente, se registraban más de 200 casos de pacientes que debieron ser tratados con vacunas experimentales de tratamiento antirrábico.

Las antiguas dependencias de Instituto construidas en 1910 junto al río Mapocho, en la entrada de avenida Independencia con calle General Borgoño, con el tiempo pasaron a ser la sede del Instituto de Salud Pública, a partir de 1929. Como parte de estos cambios y avances, se acogió allí en el complejo a la Escuela Nacional de Higiene (futura Escuela de Salubridad de la Universidad de Chile) a partir del año siguiente, y poco después al Instituto Bacteriológico de Chile, siendo transferido al Ministerio de Salubridad Pública en los mismos años treinta.

Desde que había llegado el Instituto a dichas dependencias, además, los casos de mordidas por perros rabiosos se atendían en este sitio, precisamente: con más exactitud en el Pabellón de Seroterapia. Durante el señalado año de 1929, unas 7.060 personas ya habían sido vacunadas contra el aterrador mal, lo que da una proporción del estado en que iba ya el problema. Solo tres años antes, sin embargo, el médico veterinario Enrique Amión Ligardes había muerto por hidrofobia bovina. 

Se recordará además que, a pesar de haber sido un centro de detención de prisioneros políticos en los años setenta y ochenta apodado Casa de la Risa, aquel patrimonial inmueble de Independencia fue demolido y reemplazado por otro hacia 1997-1998, sede del actual cuartel de la Policía de Investigaciones, a cuyas manos había pasado ya el antiguo complejo del Instituto de Higiene.

Equipo de trabajo de seroterapia del Instituto de Higiene, en su laboratorio. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).

Vista del edificio de la Perrera y sus chimeneas, en el actual Parque Los Reyes. El odiado servicio también nació como un esfuerzo de orientación sanitaria, pero los abusos y arbitrariedades, además de la propia naturaleza cruel del mismo, terminó poniéndole fin. Fuente imagen: sitio de Perrera Arte.

Médico veterinario chileno Eduardo Fuenzalida, creador de la vacuna antirrábica Fuenzalida-Palacios obtenida del cerebro de ratones lactantes en 1954.

Ya a mediados del siglo, el médico veterinario Eduardo Fuenzalida y el cirujano Raúl Palacios elaboraron una novedosa nueva vacuna antirrábica obtenida del cerebro de ratones lactantes, notable logro chileno conocido hoy como la vacuna Fuenzalida-Palacios. Los resultados de sus trabajos y pruebas fueron dados a conocer en la III Jornada de la Sociedad Chilena de Salubridad de 1954, celebrada en Santiago, con el título “Un método mejorado en la preparación de la vacuna antirrábica”. Aplicada primero en perros y después autorizada en seres humanos, a partir de 1958, esto fue un substancial avance para el apoyar el Programa Nacional de Control de la Rabia, implementado al iniciarse la década siguiente.

En el comentado artículo de Laval y Lepe, recuerdan los autores que, promoviéndose la gran campaña antirrábica en prensa y radio, el 1° de junio de 1955 el entonces presidente de la Sociedad Protectora de Animales, Diputado Jorge Meléndez Escobar, dio por cadena nacional un discurso titulado “El problema de la hidrofobia” en el que, según el diario “El Mercurio” del 9 de junio siguiente, declaró criticando también las medidas de eliminación de perros:

...en la segunda quincena del mes en curso será iniciada por el Servicio Nacional de Salud, la campaña de vacunación anti-rábica de perros en Santiago, programa que se proyectó realizar en tres a cuatro semanas, con la cooperación del Ejército, efectuándose vacunación domiciliaria en forma gratuita para proceder a la inmunización de los perros que existían en cada casa, esperándose vacunar más del 80% de la población canina. Por otra parte, las autoridades sanitarias procederán a recoger todos los perros que sean encontrados en la vía pública, tengan o no patente. Los que carezcan de ella serán sacrificados de inmediato y los otros podrán ser rescatados durante un plazo de 24 horas, al término del cual, también serán sacrificados.

Sin embargo, los partidarios de las medidas complementarias que llevarían los servicios de captura y eliminación en las perreras, no tardaron en darse por aludidos a las críticas de los animalistas y responder, obligando al Servicio Nacional de Salud a defender su programa y poniendo en relieve una corriente de opinión que se repite a lo largo de la historia de la salud pública chilena hasta nuestros días.

Aquel conflicto se extendería por décadas, llegando a nuestra época de hecho, aunque con otras instituciones, otros servicios y otros protagonistas.

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