DE POLICÍA A MARINO: EL CASO DE SHEROCK

 

Imagen del perro Sherock en la "Revista de Marina".

La "Revista de Marina", en su volumen N° 1 de 2006, trae a feliz recuperación la historia del que fuera otro querido can de la Armada de Chile, en un artículo publicado por el contraalmirante y oficial de Estado Mayor, Roberto Benavente Mercado. Corresponde a la singular historia de Sherock, un pastor alemán de tonos oscuros, cuyo currículum tuvo la característica de pasar por dos instituciones uniformadas.

Cuenta Benavente que, a principios de 1971, cuando era el comandante más joven de la llamada flotilla de destructores, fue destinado a la comandancia del DD-15 Cochrane. Este destructor de origen estadounidense y de clase Fletcher, mismo que había participado en la Segunda Guerra Mundial, estaba a mitad de su veintena de años en servicios para la Armada y permanecería así por una década más antes de ser dado de baja. A la sazón, la unidad ya era antigua y ese fue uno de los primeros desafíos que debió enfrentar en su cargo el nuevo comandante.

Empero, además de las esperables demandas técnicas, Benavente se propuso perfeccionar las relaciones interiores de la tripulación a fin de hacer más eficiente la comunicación y mejorar el intercambio en el mismo navío. Fue a partir de este desafío que le surgió la idea de contar con un perro para tales propósitos, como él mismo lo explica:

A lo anterior, creo conveniente agregar que -según mi punto de vista- contribuiría al propósito señalado tener a bordo una mascota que probablemente sería un eslabón de unión entre oficiales y gente de mar, tal como había comprobado, años atrás, cuando siendo Teniente 2° fui Comandante de la barcaza Llanos y más tarde, como Capitán de Corbeta, del patrullero Lautaro.

Tras reunirse con sus hombres y discutir la propuesta, todos estuvieron de acuerdo en que un perro de raza, inteligencia y vitalidad suficientes podría ser altamente útil a las necesidades expuestas, por lo que se le sugirió enviar una carta al Director de la Escuela de Suboficiales de Carabineros, en vista de que contaba un departamento completo para la instrucción profesional de los canes que formaban parte de la institución.

Redacté, entonces, una carta invocando la soledad de los hombres de mar cuando se encuentran lejos del hogar y la conveniencia de tener a bordo algún ser viviente a quien cuidar, mantener y acariciar. La carta fue lo suficientemente convincente como para que el oficial secretario me hiciera el siguiente comentario: -Comandante, creo que después de leer esta carta, los Carabineros le van a ofrecer dos perros.

En efecto, la petición de un can con estas características tocó el corazón institucional de las carabinas cruzadas y así decidieron regalar a la tripulación del Cochrane a Sherock, un magnífico ejemplar semientrenado: un cachorro juvenil de seis meses de edad que, a partir de un plazo señalado en la respuesta, quedaba esperando en Santiago a sus nuevos dueños para que pasaran a retirarlo. El comandante dio entonces la orden a un oficial de ir a la capital, acompañado de un sargento y de un marinero, quienes llevaron un obsequio náutico como muestra de gratitud por el gesto de la institución.

Destructor Cochrane riesgosamente cerca del buque base, el crucero O'Higgins, en maniobra logos carga liviana, año 1963. Imagen publicada en "Historial del crucero O'Higgins", tomada del Archivo Histórico de la Armada de Chile.

Sherock con su encargado, en la cubierta del Cochrane. Imagen publicada por la "Revista de Marina".

La llegada del Sherock al buque fue muy celebrada y motivo de grandes alegrías entre sus residentes. Amistoso y simpático, el elegante y esbelto perro no tardó en convertirse en el mimado de todos los marinos, aunque se destinó a dos jóvenes de entre ellos para su mantención y atenciones permanentes. En retribución, además de su mansedumbre, Sherock demostró grandes dotes de inteligencia no bien llegó a la unidad:

Era un perro dócil, amistoso e increíblemente flaco, que aprendió rápidamente a desplazarse por el buque, a equilibrarse con los balances, a subir escalas y a no marearse durante las navegaciones. Los instructores se encargaban de protegerlo durante los ejercicios de tiro y pronto Sherock descubrió que su "puesto de combate" estaba en la CIC, próximo al radar antiaéreo donde encontró un espacio disponible, al que concurría cada vez que sonaba el gongo de "Zafarrancho de Combate". Como es de suponer, el perro pasó a ser el regalón de la dotación, engordó rápidamente y olvidó lo aprendido con los carabineros. Todos lo acariciaban, le daban alimentos, chocolates, dulces, galletas, etc., lo que provocó un rápido crecimiento y el consiguiente aumento de peso del can.

En otra confirmación del cariño que estos hombres sentían por él, el comandante se sorprendió una vez al encontrar a un marino radarista de la dotación acostado en la enfermería y, al preguntarle por su padecimiento, este respondió que estaba allí solo porque Sherock se había quedado en su litera pues se sentía un poco enfermo, y había preferido prestársela antes que correrlo de ella.

El perro recorrió con el Cochrane todo el litoral chileno, desde Arica al Cabo de Hornos, además de las islas de San Félix y San Ambrosio y el archipiélago de Juan Fernández. Tenía permiso de bajar en los puertos, solo con la condición de ir acompañado por alguno de los dos encargados de la tripulación, siempre dispuestos para sus atenciones.

En 1972, cuando Benavente fue confirmado en su cargo para ese año, pasó a ser el más antiguo de los comandantes de la flota. Con esto, el Cochrane tuvo el privilegio de comenzar a ocupar el sitio de atracado o muelle, ya que antes solía ser el que quedaba más alejado. Durante aquel primer período, Sherock se había acostumbrado al aislamiento en la nave y a ubicar a toda la dotación de la misma, de modo que cuando comenzaron a aparecer allí tripulantes de otros buques más alejados, el perro se mostró agresivo, territorial y molesto con la presencia de los extraños de paso, “obligando a la guardia a adoptar medidas especiales para alejar a la mascota del portalón a las horas de recogida o de salida de francos”, de acuerdo con lo narrado en el artículo del autor.

Hubo una curiosa situación después de que un tripulante del destructor Blanco, al que Sherock gruñó desconfiado, intentara contraatacarlo con un puntapié: el rencoroso can nunca lo olvidó y le hizo la vida imposible desde ahí en adelante a su agresor, al que solía asustar con sorpresivas mordidas en la pantorrilla. El pobre tipo tuvo que pasar desde ahí en adelante sin darle nunca la espalda y pegado a los mamparos.

La situación incómoda para el can y los hombres continuó cuando el Cochrane pasó por la reparación e inspección anual en Talcahuano, poco después. En aquella ocasión, Sherock volvió a perturbar el abordaje de cualquier desconocido en esas labores, por lo que empezó a ser considerado un problema.

En tanto, el comandante había terminado su segundo año entregando el mando a su sucesor, con la petición explícita de cuidar al querido perro. Pero pasó el tiempo y, durante un viaje a Valparaíso, Benavente fue a visitar un día al navío esperanzado en encontrar allí al estimado perro llevándose sorpresa y desengaño al ser informado de que, tras protestas de los trabajadores de los astilleros y maestranzas de la Armada (ASMAR) a los que hacía casi imposible subir al buque, Sherock fue desembarcado en Talcahuano y marginado para siempre del buque.

Felizmente, y a pesar de aquel penoso capítulo en la vida del apreciado perro, el propio autor se encarga de comentar el buen desenlace que tuvo esta curiosa historia:

Sherock -habiendo demostrado sus condiciones marineras y sus capacidades de excelente guardián y vigilante- fue enviado al Departamento de Artillería y Municiones, donde se integró exitosamente a las funciones de vigilancia y custodia de los polvorines y santabárbaras institucionales, tarea que, estoy seguro, debe haber cumplido con dedicación y espíritu profesional, como corresponde a un perro policial con instrucción marinera y experiencia a bordo.

Comentarios