EL PERRO "CANTOR" DE PABLO GARRIDO

Un reportero de "La Nación" junto a Gallito y su amo Pablo Garrido, mientras el can aúlla "cantando", en 1954.

El violín fue la alfombra mágica para el despegue musical e intelectual de Pablo Garrido Vargas (1902-1982), antes de convertirse en la figura de peso internacional que llegó a ser. Oriundo de Valparaíso, era un adolescente todavía cuando se integró a la orquesta que dirigía su hermano Juan Santiago Garrido, tres años mayor y pianista de formación, tocando con él piezas de cancionero popular y bailable en diferentes boîtes de Santiago.

Con alrededor de veinte años, los Garrido comenzaron a mostrar su música establemente en el café Fancy en 1925, elegante y refinado salón del comerciante Pedro Harguindeguy, con su cuartel en la colonial Casa Colorada de calle Merced entre Estado y San Antonio. Tras esta exitosa experiencia que se sitúa en los inicios de la carrera profesional de ambos músicos, Juan Santiago emigró definitivamente a México, trabajando como músico incidental de cinematógrafos y, al completar sus estudios, como director orquestal y compositor. Allá se nacionalizó y nunca regresó a Chile, dejando obras de importancia como su libro "Historia de la música popular en México".

Pablo, en cambio, decidió quedarse en Chile y seguir una brillante carrera como musicólogo, folclorólogo, director de orquestas, compositor e investigador cultural de Iberoamérica. Como prolífico escritor y autor de la fundamental obra de chilenidad titulada "Biografía de la cueca", su trabajo musical continuaría incluyendo estilos folclóricos o populares, pero también música de cámara, óperas y dirección de bandas de jazz pioneras de este género en el país. "Publicaría cerca de dos mil escritos y daría más de quinientas conferencias en Universidades y organismos científicos y culturales de 35 países", comentaba Oreste Plath sobre su inmenso legado.

Ya en la madurez de la vida, parcialmente retirado de muchas de las actividades mencionadas pero gozando de su inmenso prestigio, hacia mediados del siglo Garrido adoptó como mascota a un hermoso y fino pastor alemán, el que fue bien amaestrado, muy mimado y hasta ganó certámenes caninos de cierta importancia. Habría pasado por cualquier otro perro doméstico de alta sociedad de no ser porque compartió parte de la formación que hacía famoso a su dueño, por extraño que parezca... Y es que un buen maestro puede hacerse entender y educar hasta los perros.

Aviso del Fancy en la prensa impresa de julio de 1925, hacia los inicios del negocio en la Casa Colorada. El establecimiento fue parte de los inicios profesionales de Pablo Garrido en Santiago.

Gallito junto a Pablo Garrido, cuando el músico rondaban los 52 años de edad. Imagen publicada en el diario "La Nación", 1954.

En efecto, el can de Garrido  había aprendido a "cantar", en su perruno estilo, si acaso se le puede llamar así. Lo hacía aullando con diferentes entonaciones que intentaban ir a tono con las del canto de su amo, haciendo duetos cancionistas y generando  así divertidas situaciones en la vida hogareña. Parece haberse ganado por esto el nombre de Gallito, entonces: por su forma y adicción a las disciplinas del canto, por rústicas y básicas que sonaran en él. Habituado a escuchar música, además, era el compañero de viajes del autor que, como se sabe, había recorrido todo Chile, América y parte de Europa en sus incesantes investigaciones sobre cultura y música de los pueblos, así que la vida del can debió ser bastante entretenida.

Enterados de los talentos del perro, reporteros del diario "La Nación" visitaron a Garrido en su casa de Santiago y fueron a verificar en persona las aptitudes que se contaban de Gallito. En la edición del miércoles 28 de julio de 1954, podemos leer sobre el inteligente animal:

A dúo con su amo, el músico Pablo Garrido, el perro "Gallito" entona una modulación musical. El notable animal ha recibido una educación que envidiarían muchos niños, y ha gozado aventuras y viajes que envidian muchos seres humanos. De rancio "pedigrée", con catorce premios internacionales, y viajes por nueve países con pasaporte y documentos en orden, "Gallito" ha sido siempre tratado como un ser humano y reacciona en muchas cosas como tal.

Abonado a conciertos sinfónicos en Europa y Estados Unidos, acostumbrado a dormir en una cama con la cabeza sobre la almohada, pasajero de primera clase en barcos y trenes, el perro es un auténtico personaje de alta sociedad. Canta -más exactamente, modula-, ríe, llora y manifiesta sus sentimientos con extraordinaria expresividad.

Pablo Garrido lo quiere como a un verdadero hijo.

El perro confirmó que los talentos artísticos pueden heredarse no solamente desde padres a hijos, sino también desde los amos a sus inteligentes mascotas, aunque sea en parte y con las limitaciones dispuestas por la propia naturaleza, se entiende. Es lamentable, sin embargo, que no hayan quedado registros conocidos del curioso canto de Gallito, no quedando más remedio que imaginarlo.

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