LA PELUSA DEL REFUGIO PUELCHE

El Refugio Puelche fue inaugurado en agosto de 2013, justo en la entrada de la comuna de Hualaihué, Provincia de Palena en la Región de Los Lagos. Fue parte de las obras de mejoramiento de la conectividad marítima entre la llamada red entre Puerto Montt, Chiloé y Palena. Se encuentra junto a la Caleta Puelche y en el inicio de aquel tramo de la Carretera Austral al que se llega por el transporte marítimo que cruza de lado a lado la boca del Estuario de Reloncaví, desde Caleta La Arena al sureste de Puerto Montt. Es frecuente ver las filas de automóviles de todo tipo y viajeros nacionales o extranjeros que allí se forman, esperando los ferris transbordadores que unen ambos embarcaderos y permiten así la continuidad de la misma carretera.

El edificio del Refugio Puelche tiene un rasgo de terminal y cabaña moderna, con materialidad dominada por la madera y los techos de tejuela. Sigue con ello la coherencia del estilo que se observa en la arquitectura popular dominante en estos paisajes, en la puerta norte de la Patagonia chilena. Es la misma característica que, con diferentes diseños, puede verde también en otros refugios de la zona, como el de Base Puelo al oriente o el de Pichanco más al sur, además de la mayoría de los edificios públicos. Cuenta con baños para para los pasajeros, oficinas administrativas y una sala central de albergue. Exteriormente, además, hay banquetas, miradores y sitios de reposo alrededor de la misma.

Aquella fue una construcción relativamente rápida, principalmente por el armado modular a cargo de la Dirección de Obras Portuarias del Ministerio de Obras Públicas. Sin embargo, duró lo suficiente para que los trabajadores hicieran amistad con una perrita que llegó al lugar justo en el período de las obras, nadie sabe desde dónde, y a la que por su lanudo pelaje bautizaron Pelusa. El encantador animal se quedó viviendo en el mismo lugar cuando se retiraron las cuadrillas y se hicieron los actos inaugurales para la puesta en servicio, de los que queda una placa testimonial en el mismo sitio. Desde entonces, la perra es la querida mascota del refugio, saludada por cientos de viajeros cada día.

Pelusa tiene patas cortas y es inconfundible por su abundante pelo gris-marrón, aspecto que la hace parecer algo parecido a un terrier rizado. No es del tipo de can muy interactivo con los extraños, pero conquista con su actitud pacífica y su mirada tierna asomando bajo la chasquilla. De cuando en cuando, sale a pasear por los alrededores de la terminal, como el sector de la rampa del embarcadero o los pequeños negocios de comida instalados junto al cartel donde se lee "Bienvenido a Hualauhué (Lugar de Aves Acuáticas)", instalado por la Cámara de Comercio, Industrias y Turismo.

El Refugio Puelche, de la caleta del mismo nombre. Un "amigo" de Pelusa observa y medita en la calzada.

Pelusa en su lugar de descanso y acogida, en la entrada del refugio. Los demás perros no tienen este privilegio.

Echada en su lugar habitual, en el acceso al refugio.

Paseando por el jardín y la placita con juegos del mismo lugar. Atrás, espera el ferri a los viajeros.

Por allí transita la criatura, entonces, recibiendo más saludos de los que es capaz de ofrecer ella, pues casi siempre va ensimismada en sus inexpugnables divagaciones perrunas, imposibles de adivinar. Sin embargo, no tarda en regresar siempre a su cómodo rincón techado, allí en donde la esperan una camita con colchas y cartones para el abrigo.

La temporada más activa de la perrita es en el verano, por supuesto. El largo invierno sureño lo pasa más bien en el refugio, en aquel espacio que los funcionarios tuvieron la generosidad de darle en el zaguán del edificio. Su grueso pelo debe ayudarla a capear los fríos de estos lluviosos paisajes, además. No le falta allí agua ni comida, es preciso aclarar, aunque varios viajeros intentan ser complacientes también con esta adorable mascota colectiva, compartiendo con ella algunos bocadillos y trozos de alimento. Tal vez por esto es que, a veces, prefiere echarse afuera, sobre el pavimento, o bien en una pequeña plaza con juegos de niños que se halla adyacente al edificio.

Pero la afable Pelusa ya no tiene el ánimo de sus mejores días, cuando llegó allí desde algún misterioso sitio. Los años han pasado por ella y se notan: su pelaje comienza a descolorarse y ella ha vuelto también más ociosa y dormilona, sólo saliendo ocasionalmente de su seguro y cálido sitio de acogida hasta el exterior en la caleta y el embarcadero. En cambio, otros perros más jóvenes han llegado a la misma terminal y suelen jugar alegres por allí: destaca uno de pelaje café con una "bufanda" blanca, que suele tener sus propios episodios meditabundos, sentado en la calzada pavimentada o mirando pasar a los vehículos; y otro más cachorro con algo de pastor alemán en su árbol familiar, que mostraba la pésima costumbre de tratar de "montarse" las piernas de algunos peatones y gruñir a otros perros que llevaran los turistas. A diferencia de Pelusa, ningún otro cuadrúpedo tiene permiso para entrar al lugar.

Vieja, inofensiva y retirada por completo de una vida perruna más callejera y aventurera, Pelusita prefiere la paz de su vida silenciosa en el descanso patagónico de Puelche. Sigue siendo la regalona de todos los funcionarios que aparecen por allá y de los pasajeros habituales o de ocasión que pasan por el mismo refugio.

Comentarios